El blog de una casa muy especial... en el corazón de la calle más famosa de Madrid

viernes, 16 de enero de 2015

Una plaza sin nombre

Tapia y cúpula de las Góngoras desde la plaza
Muy cerca de Fuencarral, en la esquina de las calles de San Gregorio y San Lucas, hay otra pequeña plaza que no tiene nombre. Digo 'otra' porque en la propia calle de Fuencarral hay una bien conocida y animada, la popularmente llamada 'plaza del olivo', que no existe, ya que tan solo es el eficaz resultado del ensanchamiento producido tras el derribo del antiguo inmueble que ocupaba el número 43, ya que se retranqueó la primitiva fachada y se utilizó el gran patio de la casa como parte del nuevo espacio que se incorporó a la calle.

Bicicletas y adoquines
Pues en donde se encuentran San Gregorio y San Lucas pasó algo parecido, pero hace muchos años. En los primeros planos de Madrid (Mancelli/De Wit -1622/35, Texeira - 1656 y De Fer - 1706) no aparece este espacio libre de edificios, lo que hace pensar que estaba ocupado por casas. Sin embargo, en los de Chalmandrier (1761) y López (1785), ya se ve que la manzana 322 tiene esta esquina vacía de construcciones. 

Bien es cierto que el plano de Espinosa (1769), que fue dibujado entre los dos anteriores, sí tiene toda la manzana completa, como en los más antiguos, y especifica que consta de nueve casas. Hay que suponer que se trata de un error de Espinosa.

Por todo ello, parece lógico pensar que a mediados del siglo XVIII es cuando se crea esta pequeña plaza sin nombre, próxima, por cierto, a otra que sí lo tuvo (la del Duque de Frías) y que ya no existe, pues sobre ella está construido el palacio de los condes de Armíldez de Toledo, que fuera vivienda del marqués de Viluma, hijo del que fuera virrey de Perú.

El jardín del palacio de los condes de Armíldez
El palacio guarda obras de arte de enorme valor, entre ellas, cuadros de Madrazo, Vicente López, Diego Velázquez, Murillo, Alonso Cano y Lucas Giordano, si bien desde fuera lo que más llama la atención del paseante es su impresionante y muy bien custodiado jardín.

A pocos pasos de este lujoso edificio (que está discretamente oculto) y frente a la alta tapia del convento de las Góngoras (el convento de Nuestra Señora de la Concepción, de las madres Mercedarias) nos encontramos con la falsa plaza sin nombre. 
Es un rincón muy tranquilo, con árboles de considerable altura y un frondoso olivo central, como en Fuencarral 43. 
Las casas que lo rodean son bonitas y están bien conservadas, disfrutando de excelentes vistas, gracias a la presencia del convento, cuya única edificación de cierta altura, la iglesia, está en la torpemente llamada calle de Luis de Góngora (grave error del Ayuntamiento que nunca ha sido corregido, pues quien da nombre al convento es Juan Jiménez de Góngora, ministro de Felipe IV, y no el poeta cordobés).

Calle de San Gregorio y, al fondo, Belén
Me gustan, particularmente las de la calle San Gregorio, que comienza en la concurrida plaza de Chueca y va a morir a la pacífica calle de Belén, tras cruzarse con el comienzo de San Lucas en la reposada plazuela. 
En ella nos encontramos con un café de nueva planta, moderno, y luminoso, gracias a sus grandes ventanales, que nos parece un lugar ideal para pasar largas mañanas (y tardes, desde luego) leyendo, escribiendo, pensando o trabajando. No soy el único que opina esto, por lo que es muy frecuente ver en Frida (así se llama ahora el local que antes fuera Bon Vivant & Co.) a personas que hacen de este relajado y bien situado café, su oficina eventual o lugar de cita para reunirse con algún amigo. Y, como también es restaurante, la animación crece a la hora de comer.

La plaza sin nombre en invierno
Si Madrid fuese una ciudad un poco más detallista con sus rincones recoletos, habría puesto de su parte lo poco que le falta a esta anónima placita para acabar de convertirla en un lugar aún más privilegiado.
Sin embargo, cuando lo pienso despacio, agradezco que esté un poco olvidada de todos porque, gracias a ello, puede conservar su secreto intacto, pese a estar rodeada de muchas y excelentes alternativas para comer muy bien, tomar un té o visitar tiendas especiales y diferentes.
Eso, además de estar idealmente situada para poder ver con calma algunos monumentos tan poco conocidos como el propio convento de las Góngoras, que a mí me parece uno de los tesoros escondidos más atractivos del patrimonio artístico religioso madrileño.

Otra plaza sin nombre en la que me gusta perderme en las azules mañanas de Madrid... y a muy poca distancia de la calle de Fuencarral.


La plaza sin nombre, en los planos de Madrid:


En el plano Mancelli/De Wit (1622 - 1635)
En el plano de Texeira (1656)


En el plano de Nicolás de Fer (1706)


En el plano de Chalmandrier (1761)



En el plano de Espinosa de los Monteros (1769)


En el plano de Tomás López (1785)


Aspecto actual de la plaza sin nombre y sus alrededores

3 comentarios:

  1. Pues resulta que en esa plaza si que existía un singular edificio. Un garaje de una sola planta que también creo que tenía al fondo un taller de automóviles. Lo recuerdo por una razón muy sencilla. Mi tio Paco era una especie de encargado de ese garaje donde encerraban, así se llamaba entonces el acto de guardar el coche en un garaje, sus automóviles los vecinos del barrio. No sabría precisar ni mucho menos el origen de ese local, mis recuerdos son de la infancia de cuando visitaba a mi tio acompañado de otros tios que vivían en la calle del Almirante y en cuya casa pasaba yo temporadas. No tenía por lo que yo recuerde una estructura muy sólida pero si mucha luz que le daban ventanales abiertos a modo de lucernarios por la calle de San Gregorio. Puede que en su día fuese alguna fábrica o taller. Lo que si puedo precisar con algo más de detalle es la fecha en la que aquel garaje se convirtió en un solar que dio origen a un edificio de viviendas y a esa especie de plazita que ahora tu pluma nos evoca. Debió de ser a finales de los 60 o principios de los 70 pues mi tío pasó a administrar por esa época otro garaje en la calle Coslada de Madrid.
    Exprimiendo mi memoria llego a acordarme de algunos parroquianos del garaje. Por ejemplo del dueño del bar los Pepinillos, de la calle Hortaleza, a la altura de Gravina, en la acera de los impares de la calle paralela y divergente a tu querida Fuencarral. Más todavía no se porque me viene a la memoria el apellido De Miguel. Me da que fueran los propietarios de aquel local. Que cosas tiene la memoria.
    Al márgen de este comentario. He llegado aquí desde el facebook. Resulta que un amigo ha comentado sobre un post tuyo en otro blog. Resulta que somos, mi amigo Pepe Castellano, tu y yo viejos alumnos del Ramiro en diferentes años. Para más coincidencia veo que escribes mucho sobre tu infancia en la calle Fuencarral. Yo resulta que escribo tambien mucho sobre el barrio más al norte del tuyo, por lo que llamas las alturas de Fuencarral. Mi habitat es la Plaza de Olavide. Mira si son casualidades. http://laplazadeolavide.blogspot.com.es/

    Un saludo

    Ángel Alda

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  2. Se me olvidaba decirte que también encerraban camiones y furgonetas. Y que en la puerta se armaban tertulias de barrio muy divertidas.Era casi como un centro social.

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  3. Hola, la plaza que refieres donde está el Frida se llama Plazuela de la Memoria Trans

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